El día que llegamos a tu pueblo tuve un muy clara memoria que me hizo llorar. Fue un olor.
Fue el olor a tierra de tu pueblo. La humedad en el aire. El calor sofocante. Las hierbas húmedas y su olor desprendido, casi hervido por el sol.
Me recordó tanto a ti. A la casa de los abuelos. A la comida, al café, al pan...
A ti en tu playera blanca de siempre.
Fuimos el 1 de noviembre. Para llevarte una última vez a tu casa. Para pasear tus cenizas por última vez.
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